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Fiesta de la Inmaculada Concepción A

Solemnidad de la Inmaculada Concepción
Misa Pr. Gl. Cr. Pf  pr
     8 de Diciembre de 2007

 

 

 

DIOS HABLA A SU PUEBLO  

 

Primera lectura Lectura del Génesis 3,9-15.20 

Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: 
«¿Dónde estás?» 
Él contestó: 
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.» 
El Señor le replicó: 
«¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?» 
Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.» 
El Señor dijo a la mujer: 
«¿Qué es lo que has hecho?» 
Ella respondió: 
«La serpiente me engañó, y comí.» 
El Señor Dios dijo a la serpiente: 
«Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.»
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Palabra de Dios

 

SALMO 97
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. 

Segunda lectura Lectura del apóstol S. Pablo a los Efesios 1,3-6.11-12

Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.
Palabra de Dios

Evangelio Lc 1,26-38 
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 
El ángel, entrando en su presencia, dijo: 
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. 
El ángel l dijo: «No temas, Marta, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios te dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» 
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" 
El ángel te contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» 
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada: Hija del pueblo; Salve, reina de los cielos; Madre del Salvador. 
Salmo 97: Cantad al Señor un cántico nuevo; Los confines de la tierra. 
Aleluya: 
Comunión: Se alegra mi espíritu; El Señor hizo en mí maravillas; Mujer fuerte. 
Final: Salve, Regina. Bendita tú entre las mujeres.

 

Procesión y canto de entrada

Saludo
En el nombre del Padre...
Jesucristo, el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, esté con todos vosotros.
O
El Dios de la paz que, con el Si de María, plantó su tienda en medio de nuestro mundo, esté con todos vosotros.

MONICION DE entrada.
Centramos hoy nuestra atención en la figura de María, la Virgen del Sí y de la Esperanza. Ella es la que mejor nos puede mostrar cómo prepararnos para acoger a Jesús en nuestras vidas con pleno sentido.
En la fiesta de la Inmaculada, celebremos “el día del Seminario” en nuestra Diócesis.
Pidamos al Señor, en esta Eucaristía, que envíe sacerdotes a nuestras comunidades cristianas, pues tenemos pocos, para que sean testigos auténticos de su presencia cercana.

Hoy, tenemos encendidos desde el principio los dos primeros cirios de Adviento, y no hacemos un gesto explícito.

A. penitencial: Con sencillez y humildad, como María, acojamos de Dios y de los hermanos el perdón que cura nuestras heridas.
• Tú, Señor, eres el Dios del amor que cura y perdona. SEÑOR, TEN PIEDAD.
• Tú, Señor, eres el Dios del Si que salva. CRISTO, TEN PIEDAD.
• Tú, Señor, eres el Dios de la Promesa que se cumple. SEÑOR, TEN PIEDAD.
El Señor tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

GLORIA. Proclamemos la gloria de Dios, rezando juntos el gloria.

COLECTA. OREMOS. Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de toda culpa. Por NSJC, tu Hijo...

MONICIÓN A LAS LECTURAS
Nuestra tendencia a prescindir de Dios, descrita en la lectura del primer libro de la Biblia, no le lleva a Dios a retirarnos su oferta de salvación.
El Evangelio nos narrará cómo Dios sigue contando con el ser humano; con el SI de María, su promesa de enviarnos a Jesús, nuestro Salvador, se hace realidad.

CREDO. Hacemos profesión de nuestra fe,  rezando el credo.

Oración universal: María es Madre de la Iglesia. Confiados en su intercesión, oremos al Padre de todos.
  1.      La falta de vocaciones, que desde hace muchos años venimos padeciendo, está originando dificultades para atender a las comunidades cristianas.

  · Para que cada día los cristianos tomemos conciencia de este problema y sepamos valorar la labor insustituible del sacerdote. Roguemos al Señor.

2.      Sólo el Señor es quien llama, pero la gracia de la vocación pasa también a través de nuestra responsabilidad.
  · Para que cada presbítero, toda persona comprometida en la Iglesia sean verdaderos animadores y acompañantes de todos los que sienten la llamada. Roguemos al Señor.
 
3.  Podemos decir que el Seminario es la etapa de la vida en la que el seminarista va convirtiéndose en amigo íntimo, apóstol y testigo de Jesús.
  · Para que nuestros seminaristas respondan con fidelidad a la vocación recibida.  Roguemos al Señor.
 
4. Es en el ambiente familiar donde llama el Señor.

  · Para que los padres respeten la vocación de sus hijos y les ayuden a plantearse con sinceridad lo que Dios desea para sus vidas. Roguemos al Señor.
 
5. Oremos especialmente por las mujeres: por las jóvenes y las mayores; casadas y solteras; por las que son felices y por las que sufren.
  · Para que en cualquier circunstancia en la que se encuentren abran su corazón a Dios, y puedan decir: “Hágase tu voluntad”. Roguemos al Señor.
  Escucha, Padre, la oración que tu pueblo te dirige en este día. Por JNS.  

 O estas otras
1.- Por la Iglesia, por todos los creyentes. Que, viviendo en fidelidad al Evangelio, trabajemos a favor de la justicia y seamos testigos de la Buena Noticia de Jesucristo, en medio del mundo. Roguemos al Señor.
2.- Por las mujeres, especialmente las que son víctimas de tantas vejaciones y violencias. Que, con el apoyo de todos, consigan el respeto a su dignidad y sigan llenando el mundo de vida. Roguemos al Señor.
3.- Por los seminaristas que se preparan para ser sacerdotes. Que encuentren en nuestras comunidades apoyo e ilusión de quienes vamos a vivir con ellos una misión compartida. Roguemos al Señor.
4.- Por nuestras comunidades cristianas. Que colaboremos con Dios en la tarea de seguir convocando a jóvenes que estén dispuestos a servir al Reino, siendo curas en nuestra Iglesia. Roguemos al Señor
5.- Por quienes estamos celebrando esta Eucaristía. Que, como María, siempre estemos atentos a las necesidades de los demás, y comuniquemos, con nuestro estilo de vida, la experiencia de la fe. Roguemos al Señor.

Colecta. La aportación económica que hagamos hoy, sea expresión de nuestra solidaridad con el Seminario, y con el trabajo que se hace a favor de las vocaciones sacerdotales.
  
Ofrendas: 
Señor, recibe complacido el sacrificio que te ofrecemos en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, y así como a ella la preservaste limpia de toda mancha, guárdanos también a nosotros, por su poderosa intercesión, limpios de todo pecado. Por Jesucristo...

Prefacio propio
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, 
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia, Esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura.

Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que, entre todos los hombres es abogada de gracia y ejemplo de santidad.

Por eso, unidos a tos ángeles, te aclamamos llenos de alegría.
Santo, Santo, Santo

Padrenuestro: Como hijos de Dios, con toda confianza, nos atrevemos a decir:  

Invitación a la comunión: Este es el Mesías de Dios, que viene a salvar a todos los pueblos. Dichosos los llamados a la mesa de su Reino.  

MONICION FINAL
 Hermanos, necesitamos curas para que toda comunidad cristiana pueda celebrar la Eucaristía. Hoy hemos podido alimentarnos de ella porque uno de entre nosotros aceptó la vocación a hacer presente el mandato del Señor: “Haced esto en conmemoración mía”. Sintámonos enviados, como María, a llevar a otras personas la buena noticia que aquí hemos celebrado.

 POSCOMUNIÓN. OREMOS. Señor, al darte gracias por el alimento de tu Palabra y la participación en la mesa de Jesús, te pedimos que, nos ayudes a vivir nuestra condición de creyentes, como María, entregados en la construcción de tu Reina, aquí y ahora. Por JNS.

 

Monición al canto de la María antes de la bendición
 María es modelo para los creyentes porque su vida estuvo totalmente abierta al plan de Dios: “Hágase en mí según tu Palabra”, fue su respuesta al anuncio del ángel.
Le recordamos agradecidos cantando juntos:

Bendita tú entre las mujeres
Y bendito el fruto de tu vientre.

BENDICIÓN FINAL

La bendición de Dios
- Podéis ir en paz.

 

ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS

Hoy te bendecimos, Padre, por Santa María Virgen,

la llena de tu gracia y favor, la madre inmaculada de Jesús, - y unimos la espera y la esperanza de la venida de Cristo al recuerdo de su Madre bendita, que es toda ella adviento.

María es la mujer nueva que con Cristo, el hombre nuevo, refleja la nueva humanidad, restaurada a su hermosura primera, tal como salió de tus manos creadoras al amanecer del universo.

Ella es también la mujer creyente, en quien colmas de bienes a los humildes, mientras despides vacíos a los ricos engreídos. Por todo ello, y porque en Cristo nos hiciste hijos tuyos para alabanza de tu gloria, ¡bendito seas por siempre, Señor!

Reflexión: Génesis 3, 9-15.20

Primer pecado y primer anuncio de salvación
El Libro del Génesis, en la la lectura de hoy, nos presenta el diálogo entre Dios y el hombre después de la caída en pecado.
Ya se deja entrever la victoria final de Dios.
Es el primer destello de la salvación. Se nos ofrece el anuncio profético de la salvación.
El vencedor de Satanás será Cristo-Jesús. La mujer a él asociada en la lucha y en la victoria, será María.
De María nacerá Cristo, que es la cabeza de la Nueva Humanidad redimida, al igual que Eva lo es de la Humanidad pecadora.
Y Dios la prepara para que sea digna madre del Salvador.
Por eso le concede el privilegio de no caer en el pecado original, haciéndola inmaculada desde el momento de su concepción.
Y una vida limpia, pura e inmaculada vivirá a lo largo de toda su vida personal.
Esa es la respuesta que nuestra Señora da a la misión que Dios le ofrece.  

Nota a Gn. 3, 9-15.20
Dios se hace presente, interroga a los culpables y, tras escuchar su defensa, emite la sentencia. El elemento de conexión vuelve a ser la desnudez (Gn 3, 10-11), que ahora se convierte en signo de culpabilidad.
Pero más grave que ésta es la cadena de rupturas y enemistades que se introducen en la armonía inicial: hombre y mujer se esconden de Dios; el hombre culpa a la mujer, y a Dios por haberla creado; la mujer culpa a la serpiente...
La triple sentencia recorre el movimiento inverso y está cargada de explicaciones etiológicas: la serpiente es condenada a arrastrarse, enfrentada al hombre (Gn 3, 14-15).
Sin embargo, este acto pesimista y decepcionante termina con dos signos esperanzadores: por un lado, el hombre vuelve a dar nombre a la mujer "Vitalidad" (Gn 3,20), ofreciendo una visión positiva de la maternidad y abriendo una vía de esperanza en la amenaza de muerte; y por otro, Dios no abandona definitivamente a sus criaturas: demuestra su cuidado cubriendo la desnudez culpable.

 
Reflexión: San Lucas 1, 26-38
Alégrate, María, llena de gracia.

El Evangelio de San Lucas nos presenta el anuncio a María de la Encarnación del Mesías.
La profecía del Génesis (que leíamos en la la lectura de hoy) se realiza por María, la llena de gracia.
María al decir "hágase en mí según tu palabra", va a colaborar decisivamente en la victoria de Jesús sobre el pecado.
Su fe en Dios va a hacer posible al Mesías esperado desde antiguo. María hará cercano a Cristo-Jesús. Le da su propia carne y así hace posible el "Dios con nosotros" que celebramos en la Navidad. Celebramos hoy un gran privilegio de María y un gran ejemplo para nosotros.
Que seamos capaces de vivir la fe y la confianza en Dios, como María las vivió.
Ofrecer al Señor nuestra "disponibilidad" y ser portadores de Cristo, como María lo fue.
Ella dio vida a Jesús en su propia carne.
Nosotros hemos de dar vida a la Palabra de Dios en nosotros: hacerle presente en nuestro mundo al igual que María lo hizo presente en Belén.

Comentario: Lc. 1, 26-38
1,26-38 Anuncio del nacimiento de Jesús. En este anuncio, paralelo al anterior, abandonamos el marco solemne del templo y nos trasladamos a un pequeño lugar de Galilea. La salvación de Dios llega desde un lugar humilde, fuera de las grandes instituciones religiosas de Israel. Jesús es descrito, sin embargo, con los rasgos del Mesías del Antiguo Testamento (Is 7,14; 9,6; 2 Sin 7,14-16) y como Hijo de Dios, o su equivalente Hijo del Altísimo, un título con el que Lucas quiere describir la relación misteriosa que le une al Padre. Relación que, según Lucas, existe desde su nacimiento por obra del Espíritu. Lucas estructura su evangelio de la infancia en torno a la figura de María, mientras que Mateo lo centra en José. 
María es presentada por Lucas como prometida de José. Pero esta promesa, o esponsales, era considerada por la ley de Israel como un contrato solemne. Sin embargo la pareja no vivía bajo el mismo techo hasta que se realizaba la boda, según la costumbre, un año después de los esponsales, lo cual explica la pregunta de María en Lc 1,34. A pesar de la importancia de María en el evangelio de la infancia de Lucas, es José el que entronca a Jesús con la familia de David (Lc 1,27), cumpliéndose así el propósito general de la esperanza mesiánica: un descendiente de David sería el Mesías de Israel. Y aunque María no pide ningún signo, como hizo Zacarías (Lc 1,18), se le da una garantía de la autenticidad del mensaje: su parienta Isabel, que era estéril, va a dar a luz un hijo. Las palabras del ángel concluyen con el mismo mensaje que recibieron Abrahán y Sara cuando dudaron de la noticia del nacimiento de su hijo (Lc 1,37; ver Gn 18,14).
Todo es obra del Espíritu a quien Lucas mismo describe, mediante la ley del paralelismo, como el poder o la fuerza de Dios (Lc 1,35). Nos encontramos aquí con un tema que se remonta al Antiguo Testamento. El Espíritu de Dios ya estaba presente con su fuerza en Gn 1,2 para realizar la gran obra de la creación. Aquí, ese mismo poder, se hace de nuevo presente en el momento en que se inicia la nueva creación en la que María, con su obediencia a la palabra de Dios, se nos presenta como prototipo ideal del creyente.


 

Todo es posible: hasta rehacer el pasado

Una fiesta seria
Lo que siempre me ha impresionado en la celebración de esta fiesta es la evidente falta de proporción entre el amplio desconocimiento de su significado concreto y la forma sumamente seria de vivirla (en no pocos sitios se tiene la buena costumbre de prepararla expresamente).
No es difícil ver que muchos cristianos no son capaces de explicar en qué consiste exactamente el «privilegio» concedido a la Madre de Dios. Algunos, además, dan respuestas que nada tienen que ver con el contenido de esta verdad de fe.
Sin embargo, amplias capas del pueblo de Dios «sienten» -quizás este término no es nunca tan oportuno como en este caso- la solemnidad de hoy, que entre otras cosas sigue conservando -salvo raras excepciones- cierta «intangibilidad», en el sentido de que no la han «tocado» las operaciones de tipo mercantil ni la han «contaminado» las manifestaciones folklóricas.
La intensidad y la sobriedad con que la devoción popular vive generalmente esta fiesta constituye sin duda alguna una señal muy positiva.
Esto quiere decir que el «sentido» del misterio sigue estando profundamente arraigado en muchos corazones. Que mucha gente sigue siendo capaz de abandonarse a algo que nos supera. Que no es estrictamente necesario comprender, ni mucho menos explicar. Basta con intuir. Y con exultar en lo más hondo de nuestro ser.
...Dejando naturalmente que los sabios sonrían con cierta compasión.
Ellos sacan a relucir el mito. Nosotros nos contentamos con adorar.
Ellos se esfuerzan por exhibir argumentos convincentes. Nosotros no nos preocupamos de seguir su camino impracticable. El sendero del silencio es mucho más fascinante.
Ellos se dan ínfulas. Nosotros nos limitamos a captar las señales luminosas.
En esta ocasión me gustaría simplemente proponer algunas sugerencias de carácter existencial, sin la pretensión de ilustrar por completo el sentido del misterio (eso está claro... y además no pertenezco a la categoría de los doctos) ni menos aún de hacer una reflexión orgánica sobre las tres lecturas.
Me propongo tan sólo ofrecer algunos puntos para la reflexión.
Cuando una criatura dice «puedo»...
En la raíz del mal está la decisión libre de una criatura libre: Eva.
En la raíz del bien está la decisión de una mujer libre: María.
Nada depende de la fatalidad. Nada puede reducirse al determinismo de la necesidad. Todos los determinismos llevan a la despersonalización de la persona.
Parece como si nada dependiera de nosotros. Parece como si el curso de las cosas se fuera desarrollando al margen de nosotros, a pesar de nosotros, a pesar de nuestras decisiones y de nuestras opciones conscientes. Pero no es así.
Aunque en apariencia la gota tenga que resignarse a verse arrastrada por la corriente, sabemos que una gota puede desviar el curso de un río.
Aunque aparentemente el grano de arena tenga que aceptar verse llevado por la dirección del viento, nosotros sospechamos que el grano de arena puede oponerse al viento, ir en sentido contrario y hasta de cambiar su dirección.
La resignación está muy cerca de la desesperación.
La decisión libre nace de la esperanza y engendra esperanza.
En el mundo todo cambia cuando una criatura dice con plena convicción: «¡Yo puedo!».
Sólo una de las dos es realmente libre: la «sierva»
Eva, cuando toma el fruto del árbol, parece una criatura soberanamente libre. Hace precisamente -según la mentalidad común- lo que quiere, saltándose todas las órdenes, no tolerando ninguna prohibición.
Pero de hecho, una libertad separada del sentido de responsabilidad respecto a la propia vocación específica, respecto al plan de Dios y respecto a los demás, deja de ser libertad; no es más que voluntarismo, veleidad caprichosa que conduce a la destrucción.
Por eso mismo la confrontación cerrada que viene a continuación en el drama del paraíso no es más que un «descargo de responsabilidades».
Eva intenta justificarse: ha sido la serpiente, que me ha engañado... Y Adán, a su vez, contraataca: ha sido la mujer que me diste de compañera la que me ha engañado... (es extraño que la primera acusación que se dirige contra Dios sea la de haber puesto al hombre en mala compañía...).
En todo caso: no he sido yo. No dependía de mí.
María, por el contrario, al final de un diálogo abierto, asume toda su responsabilidad: «Aquí estoy».
Y poniéndose al servicio del plan de Dios se presenta como una criatura verdaderamente libre.
Por un lado, la ruina. Por otro, la salvación.
Y sobre el fondo del proyecto de Dios, la demarcación se debe a la asunción o a la cesión de las propias responsabilidades.
Cuando una criatura se hace «responsable»
El padre E. Balducci saca de todo esto una luminosa conclusión incluso en el plano ecológico, no solamente en el teológico: «Esto es el pecado: obrar como omnipotentes -cortando un árbol, contaminando un río, disparando proyectiles-, dominar las cosas con las garras de la posesión. Este es el mal del mundo, el pecado de origen que encontramos en nosotros mismos. Vivimos dentro de él».
Y quizás nos justifiquemos afirmando que no hay remedio, que no hay nada que hacer.
La Virgen María, por el contrario, nos hace comprender que si «para Dios no hay nada imposible», entonces «todo es posible» también para nosotros, con tal que nos pongamos en sintonía con su voluntad.
En ese caso, el hombre asume la responsabilidad de todo.
Un «pacto» estipulado entre nosotros y Dios: y todo cambia en el mundo.
Basta con dar un consentimiento libre, como lo hizo María, al designio de Dios. Y entonces cambia radicalmente el curso de los acontecimientos.
«Nuestra libertad es una libertad de consentimiento al designio de Dios y de responsabilidad. Somos responsables de lo que ocurre en el mundo, incluso de lo que no ha nacido de nosotros, pero que de algún modo vive de nuestras opciones, de nuestras ratificaciones cotidianas» (E. Balducci).
Confianza quiere decir humildad
Un tema en el que podemos meditar también hoy es el de la confianza. Una confianza forjada en la fe -no es las posibilidades humanas, ni muchos menos en los plazos impuestos por nosotros- y animada por la fe.
Pero no hay confianza sin humildad. María es, por excelencia, la criatura humilde.
Una confianza orgullosa, insolente, llena y segura de sí misma, es un contrasentido.
Es en el vacío, en el despojo de sí mismo, provocado por la humildad, donde Dios puede soñar y realizar «cosas grandes» en el hombre y para el hombre.
«Inmaculados», o sea «sueltos». María es inmaculada, no sólo porque está libre de pecado, sino porque además está «suelta» de todo condicionamiento de la carne, de la sangre, de la familia, del instinto, del hábito.
También nosotros estamos llamados y elegidos para ser «santos e inmaculados», es decir, «libres» de todo condicionamiento interno y externo. No ya instrumentos de una mecánica de disipación, de odio, de violencia, de lucro, de destrucción, sino totalmente disponibles para un proyecto «distinto», para una vida radicalmente nueva. Libres no sólo del pecado, sino hasta de nuestro pasado.
En efecto, se nos concede la posibilidad inaudita de «rehacernos» un pasado. Comenzando de nuevo por la gracia, no por el pecado. ¿Sabíais que existe no solamente el pecado original, sino, más decisiva todavía, una gracia original? Lo sostiene, con argumentos que aquí lógicamente no puedo reproducir, un teólogo de gran talento y muy amigo mío, monseñor Sandro Vitalini, profesor de la universidad de Friburgo. Espero que dentro de poco pueda ofrecer a todo el pueblo de Dios los frutos de sus investigaciones apasionadas en este terreno. Y será un descubrimiento sorprendente para todos.
Consentir a la gracia «¿Cómo es posible?».
Ciertamente, están nuestros límites. Está la grandeza de una tarea que nos supera. Pero preguntar «¿cómo es posible?» no quiere decir que la empresa sea imposible y, consiguientemente, declinar la invitación.
Significa más bien sospechar que la cosa es posible partiendo de otro principio, que no es el de la criatura, sino el de Dios, no el de la carne, sino el del Espíritu.
«¿Cómo es posible?» no quiere decir cerrarse, rechazar, sino consentir a la gracia. Exactamente lo mismo que supo hacer María de Nazaret.
Nostalgia
Hoy, en el fondo, es la fiesta de la nostalgia. Nostalgia de un pasado que hemos arrancado al pecado y hemos enganchado a la «gracia original». Y nostalgia de un posible porvenir. Sí. Nostalgia de lo que podríamos ser...
 


La Inmaculada Concepción de la Virgen María
Catequesis de Juan Pablo II
 
María en el Protoevangelio

1. «Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación en la que se va preparando, paso a paso, la venida de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y se interpretan a la luz de la plena revelación ulterior, iluminan poco a poco con más claridad la figura de la mujer, Madre del Redentor» (Lumen gentium, 55).
Con estas afirmaciones, el concilio Vaticano II nos recuerda cómo se fue delineando la figura de María desde los comienzos de la historia de la salvación. Ya se vislumbra en los textos del Antiguo Testamento, pero sólo se entiende plenamente cuando esos textos se leen en la Iglesia y se comprenden a la luz del Nuevo Testamento.
En efecto, el Espíritu Santo, al inspirar a los diversos autores humanos, orientó la Revelación veterotestamentaria hacia Cristo, que se encarnaría en el seno de la Virgen María.
2. Entre las palabras bíblicas que preanunciaron a la Madre del Redentor, el Concilio cita, ante todo, aquellas con las que Dios, después de la caída de Adán y Eva, revela su plan de salvación. El Señor dice a la serpiente, figura del espíritu del mal: «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» (Gn 3,15).
Esas expresiones, denominadas por la tradición cristiana, desde el siglo XVI, Protoevangelio, es decir, primera buena nueva, dejan entrever la voluntad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la humanidad. En efecto, frente al pecado, según la narración del autor sagrado, la primera reacción del Señor no consistió en castigar a los culpables, sino en abrirles una perspectiva de salvación y comprometerlos activamente en la obra redentora, mostrando su gran generosidad también hacia quienes lo habían ofendido.
Las palabras del Protoevangelio revelan, además, el singular destino de la mujer que, a pesar de haber precedido al hombre al ceder ante la tentación de la serpiente, luego se convierte, en virtud del plan divino, en la primera aliada de Dios. Eva fue la aliada de la serpiente para arrastrar al hombre al pecado. Dios anuncia que, invirtiendo esta situación, él hará de la mujer la enemiga de la serpiente.
3. Los exegetas concuerdan en reconocer que el texto del Génesis, según el original hebreo, no atribuye directamente a la mujer la acción contra la serpiente, sino a su linaje. De todos modos, el texto da gran relieve al papel que ella desempeñará en la lucha contra el tentador: su linaje será el vencedor de la serpiente.
¿Quién es esta mujer? El texto bíblico no refiere su nombre personal, pero deja vislumbrar una mujer nueva, querida por Dios para reparar la caída de Eva: ella está llamada a restaurar el papel y la dignidad de la mujer, y a contribuir al cambio del destino de la humanidad, colaborando mediante su misión materna a la victoria divina sobre Satanás.
4. A la luz del Nuevo Testamento y de la tradición de la Iglesia sabemos que la mujer nueva anunciada por el Protoevangelio es María, y reconocemos en «su linaje» (Gn 3,15), su hijo, Jesús, triunfador en el misterio de la Pascua sobre el poder de Satanás.
Observemos, asimismo, que la enemistad puesta por Dios entre la serpiente y la mujer se realiza en María de dos maneras. Ella, aliada perfecta de Dios y enemiga del diablo, fue librada completamente del dominio de Satanás en su concepción inmaculada, cuando fue modelada en la gracia por el Espíritu Santo y preservada de toda mancha de pecado. Además, María, asociada a la obra salvífica de su Hijo, estuvo plenamente comprometida en la lucha contra el espíritu del mal.
Así, los títulos de Inmaculada Concepción y Cooperadora del Redentor, que la fe de la Iglesia ha atribuido a María para proclamar su belleza espiritual y su íntima participación en la obra admirable de la Redención, manifiestan la oposición irreductible entre la serpiente y la nueva Eva.
5. Los exegetas y teólogos consideran que la luz de la nueva Eva, María, desde las páginas del Génesis se proyecta sobre toda la economía de la salvación, y ven ya en ese texto el vínculo que existe entre María y la Iglesia. Notemos aquí con alegría que el término mujer, usado en forma genérica por el texto del Génesis, impulsa a asociar con la Virgen de Nazaret y su tarea en la obra de la salvación especialmente a las mujeres, llamadas, según el designio divino, a comprometerse en la lucha contra el espíritu del mal.
Las mujeres que, como Eva, podrían ceder ante la seducción de Satanás, por la solidaridad con María reciben una fuerza superior para combatir al enemigo, convirtiéndose en las primeras aliadas de Dios en el camino de la salvación.
Esta alianza misteriosa de Dios con la mujer se manifiesta en múltiples formas también en nuestros días: en la asiduidad de las mujeres a la oración personal y al culto litúrgico, en el servicio de la catequesis y en el testimonio de la caridad, en las numerosas vocaciones femeninas a la vida consagrada, en la educación religiosa en familia...
Todos estos signos constituyen una realización muy concreta del oráculo del Protoevangelio, que, sugiriendo una extensión universal de la palabra mujer, dentro y más allá de los confines visibles de la Iglesia, muestra que la vocación única de María es inseparable de la vocación de la humanidad y, en particular, de la de toda mujer, que se ilumina con la misión de María, proclamada primera aliada de Dios contra Satanás y el mal.
HOMILÍAS JOSÉ ANTONIO PAGOLA

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

 Alégrate 
Lc 1, 26-38

 

 

 

 

 

LA ALEGRIA POSIBLE

La primera palabra de parte de Dios a los hombres, cuando el Salvador se acerca al mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: Alégrate.
J. Moltmann, el gran teólogo de la esperanza, lo ha expresado así: «La palabra última y primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no condena, sino absolución.  Cristo nace de la alegría de Dios y muere y resucita para traer su alegría a este mundo contradictorio y absurdo».
Sin embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede obligar a que esté alegre ni se le puede imponer la alegría por la fuerza. La verdadera alegría debe nacer y crecer en lo más profundo de nosotros mismos.
De lo contrario; será risa exterior, carcajada vacía, euforia creada quizás en una «sala de fiestas», pero la alegría se quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón.
La alegría es un don hermoso, pero también muy vulnerable. Un don que hay que saber cultivar con humildad y generosidad en el fondo del alma. H. Hesse explica los rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos hombres, de esta manera tan simple: «Es porque la felicidad sólo puede sentirla el alma, no la razón, ni el vientre, ni la cabeza, ni la bolsa».
Pero hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos sobre la tierra? ¿Cómo se puede reír, cuando aún no están secas todas las lágrimas, sino que brotan diariamente otras nuevas? ¿Cómo gozar cuando dos terceras partes de la humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la guerra?
La alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios salvador, el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos.
La alegría verdadera sólo es posible en el corazón del hombre que anhela y busca justicia; libertad y fraternidad entre los hombres. 
María se alegra en Dios, porque viene a consumar la esperanza de los abandonados.
Sólo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. 
Sólo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los humillados. 
Sólo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a otros. 
Sólo puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de un hombre nuevo entre nosotros.  

 

 

 

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