Año XXXIV – Número 2 – Ciclo A –
9 de diciembre de 2007
DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO

El fruto que pide la conversión.
Siempre que pienso en Juan el Bautista, canturreo esa canción: voz que clama en el desierto, preparad el camino al Señor y escuchad la palabra de Dios. Y siento que con menos austeridad y virulencia, somos Bautistas, porque nuestra tarea es clamar en este desierto espiritual en el que vivimos, que hay un Dios, que no todo vale, que merece la pena vivir de otra manera, que hay que compartir los bienes porque no son propiedad nuestra, por mucho que nos los ingresen a fin de mes en nuestras cuentas, sino de todos los hombres, especialmente de quienes más los necesiten para vivir con dignidad, que la vida es otra cosa, que en ella las aspiraciones de felicidad no se satisfacen con el placer, la búsqueda del ego y del reconocimiento, acaparar la posesión de bienes, la seguridad de lo ideológico o lo afectivo,…
‘Allanad sus senderos’, hacer fácil a Dios transitar hacia nuestro corazón, si nuestra vida está plagada de otras cosas, Dios no tiene facilidad para llegar hacia nosotros, hay demasiado arbusto en su camino, porque pese a lo que habitualmente pensamos no somos nosotros los que vamos hacia Dios, es Él el que viene y viene siempre. La cosa está en lo que nos cuesta abrirle la puerta cuando estamos más preocupados por el rascazo que hice en el coche con la columna, la subida de la hipoteca o del recibo de la comunidad, lo que me ha dicho hoy mi compañero de trabajo, lo injusto que ha sido mi jefe al no reconocer mi trabajo, la suerte que tiene fulanita a quien nadie le dice nada por hacer lo que le da la gana, la otitis del niño o el examen de la oposición… todos andamos tan llenos de ruido… que nos cuesta vaciarnos de ellos.
Y hago aquí un breve paréntesis, cogido del texto de Isaías: como antítesis a lo que tantas veces hacemos y que tanto ruido produce en nuestro interior, el Mesías ‘no juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas’, si dejáramos de tener tan en cuenta a otros, lo que hacen o dicen, si fuéramos capaces de reconocer en ellos la caña cascada que contribuimos a partir, seguramente eliminaríamos la mitad de nuestros ruidos y ganaríamos en misericordia.
Vuelvo al tema central: ‘Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando: Abrahán es nuestro padre’, quizás esta sea hoy también una gran tentación para nosotros los que hemos desterrado el miedo a Dios de nuestra imagen del Padre. ‘Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego’. No basta con estar bautizados con Espíritu Santo, nuestra conversión debe dar frutos, no basta con contar con la bondad infinita del Padre, hay que ser semillas del Reino, no basta con decirnos seguidores de Jesús, hay que dar pasos hacia la conversión cada día, casi me atrevería a decir cada hora, porque el mal y el bien se nos hacen los encontradizos en cada esquina que giramos, hay tantas decisiones que tomamos que nos ponen a favor de uno u otro; entre criticar a alguien o no, entre callar o defender al injustamente atacado o justamente pero de malos modos, entre parar la broma o sonreírnos, entre acomodarnos o escuchar, entre cumplir con nuestro trabajo o acercarnos a ver que necesitan o esperan de él nuestros destinatarios, entre dar dinero a los hijos o dialogar sobre sus necesidades reales, entre engordar nuestra cuenta corriente o dar una suma generosa para los pueblos damnificados por el terremoto en Perú,… me gustaría que al leer esto hiciéramos algo más que pensar si estos ejemplos están bien o mal traídos, me gustaría que al leerlo acalláramos los ruidos que no allanan el camino para que el Señor venga hacia nosotros y pensáramos qué frutos creo que debe dar mi conversión y no está dando, en qué decisiones ando paralizado y contribuyo al poder del mal frente al Reino, dónde se juega el Reino en mi vida y qué talaría el hacha de Jesús.
«Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos». Un deseo para terminar: Saboread la lectura del sueño del Reino de Dios de Isaías.
ELENA GASCÓN
DIOS HABLA
ISAIAS 11,1‑10
Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará con la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.
ROMANOS 15,4‑9
Hermanos: Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: «Te alabaré en medio de los gentiles, cantaré a tu nombre».
MATEO 3,1‑12
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto: “preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego. El tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
Leyendo el capítulo anterior se comprende que lo que el profeta anuncia es un cambio de situación, de valores; una renovación en profundidad para su pueblo, un futuro para su pueblo.
Comienza con un lamento: “Ay, los que decretan decretos inicuos, y los escribientes que escriben vejaciones, excluyendo del juicio a los débiles, del derecho a los míseros de mi pueblo”(10, 1-2)
Y en ese desconcierto se aprovechan los pueblos extraños y los ricos y opulentos…. que no hacen sino provocar falsas esperanzas y fallida confianza. Opresión, violencia y sobre todo el desamparo, provocan la falta de justicia, “¿a quién acudiréis para pedir justicia” (v.3). Esta desolación empujará a ‘un resto’ a acudir al Señor (v.21). Peor no significa que tenga fin su desgracia. Los poderosos arrasan, se enorgullecen, aplastan…. pero a su encuentro sale el Señor-Sebaot (v.26); el pueblo se angustia, sin embargo, porque cada día ve más cerca la desgracia, una amenaza siempre inminente que se acerca, se presiente, se oye… Los versos 28-32 son un ejercicio literario vívido, amenazante, que provoca pánico y zozobra sobre los habitantes de Jerusalén que ven cómo caen sobre ellos los ejércitos asirios que sobrevuelan Ayat Miqron, Micmás, Vado Gueba, Ramá…. hasta dar vista a Sión desde Nob –el monte Scopus- para terror de Jerusalén.
Y aquí entra el oráculo del profeta: “Aquel día bastará un renuevo del tronco de Jesé y de su raíz florecerá un vástago….. Recuerda las palabras de Jesús del pasado domingo: ….preparaos…. porque viene el Hijo del Hombre (Mat.24,44); o más claro aún en 21,28 ‘cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación”.
Lo singular del texto de hoy en Isaías radica en que anuncia cómo la salvación no procederá directamente de Adonai, Señor de los ejércitos, sino de la raíz del pueblo de Israel. A éste le dará el juicio y ‘no juzgará por apariencias,….. juzgará a los pobres con justicias, con rectitud al desamparado’…. es la respuesta al grito con que comenzó el c.10,1. Y ello sería posible porque sobre él actuará ‘el Espíritu del Señor’.
Los cristianos no podemos ya no pensar en el Señor Jesús, sobre le que vendrá el Espíritu. Con Él ha llegado ‘aquel día’.
No son pocos sin embargo los que desconfiamos; no acabamos de ver que esos tiempos están entre nosotros. Somos ciegos para ver el bien y la mano del Señor entre nosotros. Tenemos apocado el don de la profecía que senos dio en el Bautismo. Queridos hermanos, no debéis olvidar una cosa: que un día es ante Dios como mil años, y mil años como un día.
Habrá que recordar a 2Pe 3,8-10: “El Señor no retarda el cumplimiento de la promesa, como creen algunos que le acusan de tardanza, sino que usa de paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos alcancen el arrepentimiento. El día del Señor vendrá como ladrón: los cielos se desintegrarán entonces con gran estrépito, los elementos del mundo quedarán hechos ceniza y la tierra con todo cuanto hay en ella desaparecerá”.
Muchos de estos signos y de estos tiempos nuevos van apareciendo día a día ‘con persecuciones’; y retrocedemos también. Pero teneos el deber de releer la historia de la Salvación y no decir ‘ha disminuido la mano del Señor’. Recientemente se alzan voces, de signos contrarios, sobre un acontecimiento tan increíble como el Concilio Vaticano II. Y se esgrime como argumento contra ciertas tendencias de la Iglesia. Pues a unos y a otros habría que hacerles la misma pregunta: de verdad creéis que no fue una irrupción del Espíritu?, ¿de veras, con sinceridad pensáis que nada ha cambiado en la Iglesia? ¿entendéis que la Iglesia hoy no sería posible sin ese kairos maravilloso que fue este acontecimiento?. ¿sin ese profeta que fue Juan XXIII?.
TOMÁS RAMÍREZ
SEGUNDA LECTURA
Esta perícopa, como es obvio, pertenece al final de la carta a los Romanos. Pablo va cerrando sus consideraciones éticas y morales a las que, como es su costumbre, dedica estos últimos capítulos.
Para motivar a ello, Pablo acude a las “antiguas Escrituras”, es decir, a lo que nosotros conocemos como Antiguo Testamento. A este propósito Pablo hace una breve, pero importante consideración del carácter sagrado de la Escritura, su valor y su finalidad (v.4), que se extiende, pese al tenor inmediato de las palabras a otros campos diferentes de la pura instrucción o exhortación a la paciencia.
El Antiguo Testamento en su conjunto es considerado desde el Nuevo como el testimonio de la acción salvadora de Dios llevada a cabo en el mundo y en la historia. Nuestro presente y nuestro futuro se fundan en hechos pasados que nos proyectan hacia adelante para alcanzar perfectamente algo que ya nos ha sido dado a toda la humanidad : la presencia y actuación de Dios con nosotros. Sólo hemos de vivirlo.
Hay un deseo y una exhortación en un tono muy cercano a la oración(vv. 5 y 6) : deseo de concordia como don de Dios y alabanza/adoración de todos. Cuando uno es consciente del don de Dios, debería ser fácil orar, ayudarse mutuamente, dar gracias y alabarle.
Por último (vv. 7-9) se pone delante a los destinatarios de la carta - y en ellos a todos los cristianos - el ejemplo de Cristo. En Él tenemos la realización de los compromisos de dios puestos en marcha desde el comienzo de la historia humana. Realización de servicio absoluto y acogida incondicional, sin condiciones. Todo ello es la auténtica alabanza de Dios, más real que la que consiste en pura retórica.
En nuestra situación actual -cada cual piense en los ejemplos que le son más cercanos- hay ocasiones abundantes para seguir ese ejemplo de servicio y acogida.
FEDERICO PASTOR
EVANGELIO
Texto. Entre el tiempo de Jesús niño y el de Jesús adulto inter- cala Mateo la actuación de Juan, identificado por la tradición anterior al propio Mateo como bautista y ubicado por esa misma tradición en la tórrida falla geológica recorrida por el río Jordán y el mar Muerto, entre dos cadenas montañosas poco hospitalarias.
En la pluma de Mateo la actuación de Juan adopta la forma de mensaje breve e incisivo: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos (la expresión de los cielos es un giro judío para evitar pronunciar el nombre de Dios).
El mensaje adquiere prioridad sobre la caracterización de la persona que lo grita. Sólo en un segundo momento, en efecto, hace suya Mateo la tradición, también presinóptica, que caracteriza a Juan como heraldo (en línea con Isaías 40) o como Elías (en línea con los signos externos de este personaje, reseñados en 2 Reyes 1,8). Mateo está más interesado en el mensaje que en la persona que proclama ese mensaje.
En esta línea de interés, la segunda parte del texto abunda en el mensaje precedente, pero ahora con tonos duros y críticos. Sus destinatarios son fariseos y saduceos, es decir, personas pertenecientes a las dos corrientes religiosas más representativas de la religiosidad judía. Juan les echa en cara su falta de hechos demostrativos de una auténtica conversión, así como la coartada de su pertenencia al Pueblo de Dios. Juan les amenaza con la inminente llegada de quien tiene de verdad poder y derecho. El lenguaje empleado es el de la imagen, con toda su fuerza intuitiva y plástica. Imagen de la tala de árboles, de la trilla, de las sandalias. De estas tres imágenes la que, sin duda, nos resulta más extraña es la tercera. La propia traducción litúrgica (No merezco ni llevarle las sandalias) dificulta su inteligencia. Habría más bien que traducir: no merezco llevar (calzar) sus sandalias. La imagen remite a antiguas prácticas jurídicas para expresar el derecho y la jurisdicción.
El lenguaje de Juan apunta, además, hacia el final de los tiempos o, si se prefiere, hacia la implantación del Reino de los cielos, con toda la carga de recursos imaginativos con que esta implantación era pensada. El contraste entre agua, por un lado, y espíritu y fuego, por otro, resulta significativo al respecto. Espíritu santo y fuego vienen a ser términos sinónimos y expresan la realidad divina tal y como el ser humano la experimenta.
El mensaje de Juan adquiere en la segunda parte del texto una impronta crítica y amenazadora contra quienes, por sentirse amparados por la religiosidad establecida, no sienten ninguna necesidad de conversión. Conversión es la palabra clave de todo el texto, extensiva a quienes creían no tener materia de conversión.
Comentario. Los destinatarios del texto obligan indudablemente a un replanteamiento del sentido del término conversión. Los fariseos, en concreto, no eran personas de mala vida o malas costumbres. Muy al contrario. Si algo les caracterizaba era un escrupuloso cumplimiento de la Ley de Dios, guía y norte de sus vidas. Referida, pues, a ellos, la conversión no puede entenderse como mudanza de mala vida a buena.
Debe haber, por tanto, en la palabra conversión un sentido más hondo y radical que el simple sentido mortal o cambio de conducta, cambio éste que, por supuesto, deberá darse allí donde sea necesario.
En su sentido más hondo, la conversión apunta hacia un cambio de mentalidad y de estructuras de comportamiento, algo enormemente difícil y complejo, por cuanto suele llevar aparejado el desmoronamiento de lo que uno siempre ha pensado y por lo que siempre se ha guiado. La conversión a este nivel es un auténtico vaciamiento interior, algo que existencialmente horroriza. De ahí la dificultad de esta conversión y su disimulo con la coartada de las buenas obras. Pero al hombre del Reino de los cielos se le pide mucho más que buenas obras; se le pide la revisión de sus estructuras internas. ¡Este sí que es cambio significativo!
ALBERTO BENITO
NOTAS PARA LA HOMILIA
“Convertíos”. (Evangelio).
El mayor de los profetas nos grita una exigencia de cambio profundo: “Convertíos”. En Europa la conversión está matizada por el bienestar, el consumismo y la vejez histórica, cultural y sociológica.
Desde la comodidad y el falso progreso, nuestro cambio ha de orientarse hacia la austeridad y la verdad. Ésta ante todo exige crítica, análisis, estudio y libertad; actitudes éstas que suponen una ruptura liberadora respecto de la mentalidad general.
Nuestra vieja historia nos afecta: la costumbre hace ley y la llamada tradición frena la creatividad.
“Convertíos” . Del culto, a la justicia. Del rito, a la experiencia de Dios. De la fe memorizada, a la contemplación de los signos de Dios. De la fe del carbonero, a la fe adulta. Del miedo al juicio de Dios, al calor de sus brazos. De la nostalgia del pasado, a la creatividad por el Espíritu. Del poder, a la humildad. De la masa, a la pequeña grey. De la memoria y el intelecto, al corazón. Del cansancio, a la esperanza.
Hasta aquí la conversión es programable desde nuestra libertad y esfuerzo. Otra dimensión del cambio nos viene impuesta desde los mecanismos de la increencia, del vacío socia y del fracaso del cristianismo en Europa.
Ante la nueva situación, dentro y fuera de la Iglesia, nuestra conversión tendremos que implorarla al Espíritu y trabajarla entre todos.
Necesitamos otra manera de creer, de estar en el mundo como creyentes, de luchar por la justicia desde el Evangelio.
Cayeron entre nosotros las estructuras basadas en el poder y las mentalidades basadas en la ignorancia de Dios y del Evangelio que siguen siendo un fuerte bastión contra el que hemos de posicionarnos con valor.
Como el de Jesús, nuestro cambio se alimentará del estudio, la plegaria y el compromiso con los pobres. Ellos, eco profético del grito de Juan, nos ayudan a despojarnos de las torpes riquezas y de las falsas seguridades.
Ellos, los pobres, reflejan el rostro del Padre, triste y airado por el dolor de sus hijos. Mirándolos, recibiremos luz y energía para cambiar.
Cada paso hacia la justicia y la misericordia nos acercará a la paz.
El cambio es exigido por fidelidad al Evangelio y para hacer creíble nuestro mensaje. También para remover obstáculos en el seguimiento de Jesús.
Todo cambio cuesta porque supone ruptura, pero también libera y hace crecer. El cambio siempre será posible a condición de estar motivado. Los cambios rejuvenecen.
Nuestros motivos están en el Evangelio y en los pobres, nuestros hermanos heridos.
De nuestra conversión a los pobres brotará la oración, estimulada por la impotencia. De la oración surgirá otra mística, la de los profetas. El místico se acerca a Dios y lo transluce. Su testimonio irradia conversión y esperanza. El profeta siente a Dios dentro y lo acerca a los hombres; por él los pobres reciben amor, dignidad y justicia.
“Juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados”. (1ª lectura).
La descripción que la primera lectura presenta del futuro se llama mesiánico con toda razón. Es tan positivo y utópico que no parece real ni posible. Poéticamente el profeta presenta la salvación de Dios con toda la belleza de un nuevo paraíso en el que la naturaleza está en paz y armonía con el hombre y entre si. Con múltiples símbolos del reino animal y vegetal presenta la unidad del cosmos bajo el signo de la paz.
Este paraíso está gobernado por un niño descendiente del humilde Jesé, el padre de David, en quien se van a cumplir las promesas de Dios. La esperanza tan propia del tiempo de adviento, se fundamenta en la fidelidad de Dios, cumplidor generoso de sus promesas.
Sobre este descendiente de David se derramarán abundantemente los siete dones del Espíritu de Dios que le capacitarán para juzgar y gobernar al servicio de la paz universal.
La salvación anunciada por el profeta se cumplió en Jesús, pero no ha alcanzado aun su plenitud. Esperamos aun una tierra sin males donde jueguen los niños sin peligro de minas. Pueblos con gobiernos al servicio también y especialmente de los más pobres; democracias con participación real y eficaz de los ciudadanos, con recursos para paliar los desastres naturales y promocionar la cultura de todos; gentes con sensibilidad para la belleza, las artes y la música. Ancianos con sabiduría, respetados y queridos. Naciones sin miedo al terrorismo, sin guerras, en diálogo auténtico. Gentes en armonía con la naturaleza. Comunidades a la escucha de los profetas, mensajeros de Dios y guías de los hombres.
LORENZO TOUS
PARA LA ORACION
Dios y Padre nuestro aviva en nosotros la espera de tu Hijo. Que los valores de tu Reino marquen y orienten nuestra tarea y nuestra identidad cristianas, para que unidos a Cristo el Señor caminemos juntos hasta Ti.
Dios Padre Bueno, te presentamos los bienes que tú nos concedes con generosidad. Que nuestros días estén orientados por tu Palabra, y no pongamos obstáculos a tu venida a nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor.
Te damos gracias, Padre misericordioso,
porque constantemente vienes a nosotros.
Jesucristo, tu Hijo muy amado es la razón para esperar
y a la vez la meta de nuestra esperanza.
Como Juan el Bautista,
también nosotros preparamos tu venida.
Ayúdanos a vivir con las misma actitudes
con las que él esperó, anunció y preparó tu presencia entre nosotros.
Cristianos fieles a tu Palabra, testigos coherentes de tu amor,
hermanos comprometidos con la causa de los pobres y humildes.
Padre misericordioso, Tú nos muestras que quien busca la salvación
tiene que volver a Ti, único Dios verdadero.
No hay vuelta a Ti, Señor, si no cambiamos nuestro corazón: nuestro modo de pensar, de ser y de existir.
Señor, que descubramos la conversión
como el primer paso a la hora de acoger la salvación.
Te damos gracias porque vienes a nuestro encuentro. Que, en medio de este mundo nuestro, demos testimonio de una vida transformada por tu amor. Que convertidos de corazón a Ti vivamos amando al prójimo, dejando a un lado divisiones, ofensas y exclusiones.
LA MISA DE HOY
SALUDO
La paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, que nos llama a convertirnos esté con todos vosotros.
ENTRADA
Celebramos la Eucaristía, Dios irradia su amor sobre nosotros en este Sacramento. Es su presencia en la aparente ausencia, es nuestra esperanza “hasta que Él vuelva”.
Resuena con fuerza la llamada a la conversión que nos dirige Juan el Bautista, el Testigo fiel, el Precursor del Señor. Conversión entendida como cambio radical de mentalidad y de actitudes, que luego se manifiesta en una vida nueva.
El Reino de Dios está cada vez más cerca. Preparemos los caminos de nuestra vida al Señor. Dejemos de poner obstáculos a la acción de Dios en nosotros. Que esta celebración eucarística, en este segundo Domingo de Adviento nos ayude en el camino de la conversión.
ACTO PENITENCIAL
La conversión a que nos invita el Bautista debe empezar por el reconocimiento de nuestra situación de pecadores.
- Por nuestras discriminaciones y rechazo de los demás. Señor, ten piedad
- Por nuestras divisiones y enemistades. Cristo, ten piedad.
- Por no ser sinceros en la relación con Dios. Señor, ten piedad
LECTURA PROFÉTICA
El profeta Isaías anuncia que el descendiente del Rey David poseerá el espíritu de la paz y de la reconciliación. Presenta la reconciliación a través de la imagen de la convivencia pacífica entre animales que son “enemigos irreconciliables”. Convertirse equivale a practicar la justicia y a fomentar la paz con uno mismo, con Dios, con los otros y con la naturaleza.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 71)
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
El librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol: que él sea la bendición de todos los pueblos y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
LECTURA APOSTÓLICA
Pablo anima a la esperanza desde el ejercicio de la paciencia y el consuelo que da la Palabra de Dios. El apóstol pide a los cristianos que permanezcan unidos. Está unión y acogida mutua deben tener su fuente en la imitación de Cristo, quien acogió a todos los hombres, sin distinción alguna. La fe no puede ser razón y pretexto de discriminaciones, sino que es oferta salvífica para toda la humanidad
LECTURA EVANGÉLICA
Juan el Bautista señala la presencia y cercanía del Reino de Dios. Su mensaje es una urgente y enérgica llamada a la conversión a Dios, a reestablecer una relación de fidelidad con el Señor. La preparación del camino a la venida del Señor pasa necesariamente por la conversión.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos a Dios Padre que desde siempre ha dispuesto un plan de salvación para su pueblo. Le presentamos nuestras súplicas, y le decimos: ¡Ven, Señor, Jesús!
- Por el Papa Benedicto XVI, por nuestro Obispo, por todos los sacerdotes, religiosos, laicos para que con gozo y energía anunciemos el mensaje de conversión a Jesucristo. Oremos.
- Por los gobernantes de nuestro país y del mundo entero para que velen y trabajen por la paz y la concordia pacifica de todos los ciudadanos. Oremos.
- Por los que viven marginados y los que sufren el desamparo y la falta de acogida para que sean destinatarios de la oración confiada y el testimonio de la caridad de los cristianos. Oremos.
- Por nuestra comunidad (parroquial) para que vivamos la llamada a la conversión personal y comunitaria, y esto nos lleve a una fe testimonial y a una caridad sincera y constante. Oremos.
Padre Dios, siempre escuchas nuestros ruegos y orientas nuestras decisiones para que en libertad y sintiéndonos hijos tuyos hagamos tu voluntad. Atiende bondadoso, Señor, las súplicas de esta familia que espera y prepara tu venida.
JESUS GRACIA LOSILLA
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Llega el día (disco “Preparad los caminos”); Preparad el camino (de Godspell, CB-157); Vendrá la libertad (1CLN-12).
Acto penitencial. Como el domingo anterior.
Salmo. LdS.
Aleluya. Del nuevo disco “12 Canciones religiosas y litúrgicas para el siglo XXI”).
Ofertorio. Guardar silencio, o un canto de adviento (Rorate).
Santo. De Manzano.
Comunión. Oh, Señor, delante de Ti (disco “16 Cantos para la Misa”); No podemos caminar (1CLN-O 13); Cerca está el Señor (CB-42).
Final. Cantemos al Señor (1CLN-302).