Año XXXIV – Número 9 – Ciclo A – 13 de enero de 2008

BAUTISMO DEL SEÑOR
LET IT BE, o sea, DEJALO ASÍ… que está bien
Ya lo decían los Beatles, “déjalo así”. Si tuviera que montar una representación teatral del bautismo de Jesús, podría poner de banda sonora el estribillo de esta canción…, al tiempo que Jesús pronunciaba esas mismas palabras puesto en pie delante de su primo, el bautista.
“Déjalo ahora”, dice más concretamente el texto de Mateo. “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos todo lo que Dios quiere.”
Aunque la cosa empezó en Galilea…
Ya hemos hecho nuestros muchos lugares de Jesús, como si hubiéramos estado también allí, o compartido las situaciones que allí ocurrieron. Más de uno disfruta de su Cafarnaúm particular cuando se sienta a la orilla del lago a charlar con Jesús, otros saben lo que es haber subido a un Calvario, muchos reconocen al maestro en una cena donde cabe cualquiera.
Hoy podríamos viajar hasta el Jordán. Al menos metafóricamente. Quedarnos por allí un rato. Contemplar la escena que nos relata Mateo y aprendernos muy rebien cumplir todo lo que Dios quiere.
Me encanta Juan. Gracias Dios por Juan, el primo de Jesús. ¿Saben porqué? Porque él también intenta disuadir a Jesús de sus propósitos…También como yo, miles de veces…, no entiende a Jesús. No sólo no lo entiende, sino que no le parece bien lo y se lo hace saber… le insiste en que cambie de parecer. Y además las razones que le da a Jesús son sensatas, no son un capricho, no sólo son verdad… sino que son ciertas. Es cierto que es él quien necesita el regalo de Dios en su alma, es Juan quien necesita el perdón y la conversión, la nueva vida, el renacer a la vida de Dios. Es Juan quien necesita a Dios. Como todas las personas. El lo sabe, nosotros lo sabemos… seguro que Jesús también lo sabe. Por eso me encanta Juan, porque me reconozco en él disuadiendo a Jesús e intentando convencerle de que yo tengo razón y él se equivoca. ¿Ustedes no hacen eso alguna vez…? Yo cientos.
Y así me va el pelo…
O sea, que desperdicio una cantidad de energía increíble, que desenfoco a menudo la realidad y me pierdo en ella sin saber salir de atolladeros que fabrico yo solita, invalido mil posibilidades de ser y hacer feliz porque creo que tengo yo la perspectiva mejor, porque olvido que Dios es infinitamente más grande que todos mis intentos. Porque a menudo no le escucho o, lo que es peor… no le creo.
Y pierdo un poco el sentido y la esperanza. Pero entonces llega Mateo con su palabra escrita y nos recuerda lo que pasó aquella tarde en el río. Juan insistió… un poco… pero cedió. Retranqueó en su tozudez, aceptó quien de verdad sabe qué es lo mejor, aunque no lo entendiera al principio. Y se fió. Y se lo permitió.
Me llama la atención ese verbo. Se lo permitió. Como si Jesús le hubiera pedido permiso…, como si llamara a la puerta para entrar… él que es el dueño de la casa… Me recuerda a las expresiones como “tu fe te ha salvado” cuando Jesús practica la misericordia y hace vida el reino de Dios. Pareciera que Dios no hace las cosas sin contra con nosotros… también.
No. No es un pareciera. Es en serio.
Y, además de otros significados que durante estos últimos años he ido reconociendo y disfrutando de este bautismo, la aportación de esta vez es volver a recordarme que Dios me pide que me fie, que deje de insistirle para hacer las cosas a mi manera, que la suya es bastante mejor. Que aprenda a cumplir su voluntad. Que él ve mucho más lejos y mucho más afinado y limpio.
Let it be, o sea, déjalo así.., que ya está bien.
Me falta aprender de Juan a creer mejor. A fiarme más. A disfrutar de todos y cada uno de los gestos en los que Jesús nos comparte su confianza plena en su Padre.
ANA IZQUIERDO
DIOS HABLA
ISAIAS 42,1‑4.6‑7
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas».
HECHOS DE LOS APOSTOLES 10,34‑38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones, acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».
MATEO 3,13‑17
En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se present6 a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere». Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: «Este es mi hijo, el amado, mi predilecto».
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
Si exceptuamos los cuatro evangelios que se leen íntegros a lo largo del año litúrgico trienal, es el profeta Isaías el libro bíblico del que más lectura se hace en la liturgia. Se le ha llamado el quinto evangelio por la cantidad de textos que iluminan y pudieron estar en el origen de la redacción de tantos textos evangélicos.
El texto de hoy es el comienzo del primero de los ‘cuatro cánticos del Siervo del Señor’, que son la perla entre el tesoro de los poemas de Isaías.
Es un texto de elección, vocación y misión, puesto todo ello en boca el Señor. Un texto que emana ternura, quietud, paz interior y exterior, mansedumbre….. sin perder ninguno de los efectos beneficiosos que de él se esperan: justicia, derecho, ley, alianza.
Contrasta la suavidad de la propuesta de elección con la grandeza, majestuosidad y exigencia en la vocación del primer Isaías (6,1-12), o con la que recibe Jeremías (1,17-19) “Cíñete, ponte en pie, yo te lo mando… te convierto en plaza fuerte, columna de hierro, muralla de bronce… No les tengas miedo; que si no, yo te meteré miedo de ellos”.
También el Siervo será fuerte “no vacilará, ni se quebrará” (v.4), pero no para vencer a nadie sino “para implantar el derecho en la tierra y las leyes por las que suspiran las islas” (id). Su misión no será ’reprender, corregir, convertir al pueblo’, sino llevar un mensaje de salvación a toda la humanidad.
Una tarea silenciosa que se infiltra en la entraña de la humanidad en silencio, pacientemente, aprovechando todos los resquicios, sin acallar ninguna voz a gritos, ni apagar cualquier rescoldo, sino sosteniendo la pequeña esperanza de los hombres quebrados.
Es todo un programa de actuación tan contrario al mundo, que sorprende hoy más que nunca. Y sin embargo anuncia que ‘lo antiguo ya ha sucedido y algo nuevo yo anuncio, antes de que brote os lo comunico’ (v.9).
Ya tenemos comentado cómo los profetas lo son siempre a contrapié. Y anuncian castigo y fracaso cuando el pueblo está supercontento de lo bien que le va. Pero cuando todo ha caído a nuestro alrededor, perciben ese ‘tocón’, resto de incendio que se convierte en esperanza.
Y descubre cómo el Siervo, el humillado, el inútil, el que no puede hacer nada por sí ‘tomado de la mano, formado por el ‘alfarero’ Dios, constituido en alianza, va a ser ‘luz de las naciones’(v.6).
¿No se encuentra hoy nuestra Iglesia Occidental en la misma situación de descalabro, desolación y dispersión en la que se encontraba el pueblo de Israel en Babilonia? ¡Nos han quitado la fe!, decían. ¡Se ha caído la Iglesia! decimos. Perdido el templo, la realeza y la tierra (culto, poder y cristiandad), el pueblo se ve desaparecido, ‘¿qué será de nosotros?’.
Releer los textos del Siervo nos ayudará a recobrar la esperanza…. siempre que no intentemos reconstruir el pasado, sino cambiar nuestros modos y maneras y hasta nuestro puesto en la sociedad. El Siervo nos recuerda palabras bien sabidas: levadura, grano de trigo, pequeño rebaño. Y tareas bien concretas: abrir los ojos al ciego, sacar a los cautivos de la prisión, y de las mazmorras a los que habitan en las tinieblas (v.7). Y en esta actitud de silencio y mansedumbre, de aprovechar los restos, nos encontraremos hombro a hombro con ‘las islas’, los paganos que suspiran por lo mismo: anunciar una Buena Nueva a los pobres, ciegos, cojos, …
TOMÁS RAMIREZ
SEGUNDA LECTURA
Esta lectura es un párrafo del largo capítulo 11 de Hechos, dedicado a la conversión de Cornelio. Más concretamente se trata de un fragmento del discurso de Pedro que se extiende hasta el v. 43 y que explica este importante suceso. Acontecimiento importante porque representa la primera apertura del mensaje evangélico a gentiles propiamente tales y no simpatizantes del judaísmo, como era el etíope de Hch 8,26-39.
El motivo cristológico ofrece elementos comunes con otras presentaciones del anuncio primitivo (existencia de Jesús, alusión a su actividad pública, muerte y resurrección, terminando con la dimensión salvadora por la fe en Él). Pero se destaca el matiz de la misión universal del Jesús, que impide toda privatización, monopolio o reduccionismo.
Hay un par de alusiones a la historia de Jesús, concretamente la mención del bautismo y el comienzo del ministerio/misión en Galilea. Efectivamente no es improbable que Jesús, en cuanto hombre, descubriera su misión de evangelización con motivo de un bautismo recibido de Juan.
Lucas presenta el bautismo de Jesús, como el momento de su unción por el Espíritu y fundamento de todo el resto ; también ve a Jesús en su bautismo recibiendo la misión descrita en Is 58,6 y 61,1-2 de anuncio y realización del Reino a los pobres y a todos, con los consiguientes beneficios en todos los planos. Ello se hace según los planes de Dios, simbolizados en ese hecho.
Lo de menos es la realidad fáctica de lo ocurrido, sino su significación en cuanto nos presenta una vez a Jesús en su misión universal, material y espiritual, humana y divina.
FEDERICO PASTOR
EVANGELIO
Texto. Tras la fórmula convencional en aquel tiempo, Mateo deja constancia de la voluntad expresa de Jesús de ser bautizado por Juan. Jesús quiere ser bautizado, quiere mezclarse entre la multitud gris de los pecadores que esperan a orillas del Jordán.
La conversación que sigue a continuación entre Juan y Jesús carece de paralelos en los restantes evangelios y, probablemente por ello, refleja la comprensión que tiene Mateo del bautismo de Jesús.
En círculos judeocristianos, en efecto, se debatía acaloradamente en torno al bautismo de Jesús, llegándose incluso a negar el hecho mismo de ese bautismo por considerarlo innecesario. ¿Qué necesidad, se decía, tenía Jesús de un bautismo cuya razón de ser era el perdón de los pecados? ¿Cómo podía querer ser bautizado quien no tenía pecado?
Las palabras de Jesús a Juan zanjan la cuestión de raíz. Jesús quiso ser bautizado por Juan para cumplir toda justicia. La traducción litúrgica ha parafraseado acertadamente el término justicia con la frase lo que Dios quiere. En el mundo en que Jesús vivía, justicia era la respuesta del hombre a la Torá, la aceptación plena de la voluntad de Dios. Acudiendo a Juan para que éste lo bautizara, Jesús expresa su disponibilidad y entrega totales a Dios y a su voluntad.
Acto seguido, Mateo refiere una escena singular, en esta ocasión con paralelos en los restantes evangelios, incluido el cuarto. Mateo, sin embargo, presenta sus propias peculiaridades. La más clara de todas es la forma adoptada por la voz del cielo. Esta, en efecto, no interpela a Jesús sino que habla sobre él. Declaración, pues, en lugar de interpelación. Este es mi hijo en lugar de tú eres mi hijo. A la entrega total de Jesús a Dios, Dios corresponde con una declaración sobre la identidad del Jesús que se le entrega.
En la pluma de Mateo todo el texto adquiere un marcado acento de catequesis bautismal y un alto valor de ejemplaridad para unas comunidades que empezaban a experimentarse iglesia de Jesús.
Comentario. El texto de Mateo contribuye grandemente al enriquecimiento del sentido del bautismo cristiano. Un bautismo que se perfila como acto humano, por un lado, y como acto divino, por otro.
Como acto humano el bautismo es expresión de entrega a Dios y a su voluntad. En el contexto bíblico esta entrega tiene siempre las características de un compromiso agradecido. La entrega a Dios es siempre respuesta a la entrega previa de Dios.
Como acto divino el bautismo hace pública la condición de hijo de Dios del bautizando. Esta condición adquiere su verdadero sentido cuando está enraizada en la entrega activa a Dios.
ALBERTO BENITO
NOTAS PARA LA HOMILIA
EL BAUTISMO DE JESUS Y NUESTRO BAUTISMO:
DOS REALIDADES MUY DIFERENTES
No tienen nada que ver, absolutamente nada que ver, el Bautismo de Jesús, momento de su vida que hoy celebramos como fiesta litúrgica, con nuestro sacramento del Bautismo. Empleamos la misma palabra para referirnos a uno y otro, pero nada más. También utilizamos el mismo término para hablar de un cabo de vela, de un cabo del ejército y de un cabo costero, y no por eso confundimos unos con otros. Sin embargo, aprovechando la coincidencia de nombres, en muchos sitios hoy se hablará del sacramento del Bautismo, se harán especiales catequesis sobre el Bautismo y se harán Bautizos especialmente solemnes; esa costumbre se sigue desde hace años, por ejemplo, en el Vaticano.
Así que, aunque nada tienen que ver, como lo cierto es que en muchos sitios hoy se reflexionará sobre nuestro Bautismo y se realizarán bautizos, seamos prácticos y hagamos alguna reflexión al respecto.
En primer lugar hay que tratar de quitar todo aspecto mágico a la celebración del Bautismo (y de cualquier otro sacramento). Los sacramentos no son un “abracadabra” que desata extrañas fuerzas divinas; son gestos, palabras, objetos visibles y palpables a través de los cuales entramos en relación con Dios Padre; en los sacramentos no hay magia sino amor, afán de Dios porque entremos en relación con Él, le sintamos cerca, disfrutemos de su amor.
El Bautismo es el primero de los llamados “Sacramentos de Iniciación”. “Perdona todos los pecados, incluso el pecado original”, afirma la teología más tradicional; pero no es ese el objetivo fundamental del Bautismo, sino una consecuencia. Por tanto bueno será poner las cosas en su sitio y centrarnos en lo central. Y lo central nos lo indica con una claridad meridiana la que suele ser segunda lectura habitual, la de San Pablo a los Romanos (6, 3-5): “Por el Bautismo nos incorporamos a Cristo… a su muerte. Por el Bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos… también nosotros andemos en una nueva vida. … si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya”. Esto es el Bautismo. Se podrá decir más alto, pero no más claro.
Quizás lo que sucede es que nos da reparo ponernos a reflexionar sobre la muerte justo en un momento de gozo y alegría como es un Bautismo, pero eso es lo que hay. Lo que pasa es que los cristianos tenemos que saber hablar de la muerte, porque los cristianos hablamos de la muerte de otra manera, desde la resurrección, no desde la pena de los cementerios. El mensaje del Bautismo tiene que ser claro, como clara es su realidad. El Bautismo nos une realmente a Jesús, para hacernos participar, simbólicamente de momento, de su muerte y resurrección, de manera que, el día que participemos realmente de su muerte, participemos también realmente de su resurrección.
Así que no tiene que asustarnos hablar de muerte en un bautizo, porque en realidad hablamos de resurrección; el Bautismo nos incorpora a Cristo, y como Cristo ya ha resucitado, el Bautismo nos incorpora a una nueva vida, a la “vida resucitada”; y no hay que tener miedo a emplear la palabra “simbólico”; “simbólico” no quiere decir “aparente”, “en mi imaginación”, “en mis sueños” o “en mis buenos deseos”; lo simbólico no tiene por qué ser menos real que la realidad. Los bautizados ya vivimos la nueva vida del Resucitado, pero está claro que vamos muriendo; ¿entonces? Entonces eso; que nuestra vida resucitada es real, pero simbólica; un día será real y física (por así decirlo), sin tener que expresar esa nueva vida con el agua y los óleos, porque ya la estaremos viviendo directamente.
Por todo esto, en un bautizo (que normalmente son de niños muy pequeños, y por eso decimos que los bautizamos “en la fe de los padres y padrinos”) ha de quedar claro que, al terminar la ceremonia, no tiene ningún sentido decir eso de “ya está”, porque “no está nada” y está todo por hacer; el propio ritual recuerda que lo que se está haciendo es sembrar un germen, y que es responsabilidad de padres y padrinos hacer que esa nueva vida crezca y se desarrolle; lo cual no consiste simplemente en apuntar al niño, en su día, a la catequesis y a un colegio religioso; significa más, mucho más: significa que padres y padrinos han de dar testimonio, día a día, a sus hijos bautizados, de los valores del Reino: ser antes que tener, compartir antes que acumular, justicia antes que comodidad… No se puede bautizar a un hijo y luego darle un ejemplo de vida que nada tiene que ver con el Evangelio o, peor aun, un ejemplo de vida vivida según los valores más opuestos al Evangelio.
También sería bueno revisar los criterios de elección de los padrinos; normalmente el padrinazgo se ha convertido en un medio de contentar a familiares: el tío, la prima… “fulano no, que ya es padrino de la mayor; mengano no, que ya tiene otro ahijado…”; esto ni es criterio ni es nada, a la hora de elegir padrinos. Un padrino (o una madrina) es quien, en caso de ausencia (o dejación de sus responsabilidades) de los padres, suple a éstos en la formación cristiana del bautizado; su misión no es hacerle regalos en determinadas fechas, ni alardear de tener el título de “padrino”, sino responsabilizarse de la educación cristiana de los ahijados (aunque muchas veces, los primeros necesitados de formación religiosa son los propios padrinos).
Un bautizo, en fin, es la entrada a la Comunidad de los que vivimos ya la nueva vida de Cristo resucitado; por eso, dos aspectos prácticos debemos intentar fomentar en nuestras comunidades:
- Celebrar los bautizos, en la medida de lo posible, en la Vigilia Pascual, momento en el que adquiere todo su significado eso de “participar de la vida de Cristo resucitado”.
- Celebrar los bautizos comunitariamente, pues son el ingreso a una Comunidad; lo de “mi hijo se bautiza solo” es señal de un mal comienzo para lo que debe ser una vida en Comunidad, compartiendo fe, esperanza, amor y bienes materiales.
Y terminaremos nuestra reflexión reiterando, una vez más, que, a parte la coincidencia de la palabra “Bautismo”, nada tiene que ver nuestro Sacramento con la fiesta litúrgica que hoy celebramos; pero ya que muchos se empeñan en lo contrario…
PARA LA ORACION
Dios y Padre nuestro, origen de toda bondad, que nos permites celebrar en este día la Fiesta del Bautismo de Jesús; ayúdanos a ser en el mundo, con la Fuerza del Espíritu que recibimos en nuestro Bautismo, testigos del amor, la entrega y la verdad.
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Presentamos en el altar el pan y el vino, y te rogamos, Padre, que el mismo Espíritu que descendió en el Jordán sobre Jesús y le dio fuerza para su misión, descienda ahora sobre ellos y sean para nosotros Fuerza que nos ayuda a vivir como cristianos.
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En verdad es justo y necesario para nuestra vida de cristianos darte gracias, Señor, ahora y siempre, por todo lo bueno que nos regalas cada día, pero sobre todo por Jesucristo, tu Hijo amado, a quien queremos seguir, pues es el camino que nos conduce a Ti.
Tu, Señor, que quieres que cada uno vivamos según tu luz, dando testimonio del nuevo modo de vivir donde las personas son respetadas en sus diferencias y animadas en su caminar, y que nunca nos abandonas, sino que nos enseñas cómo es la vida de Jesús para que vivamos de igual modo.
Permítenos, pues, unir nuestra vida a veces vacilante, pero siempre deseosa de cambiar, a la de tantos hombres y mujeres que con su trabajo de cada día te glorifican diciendo: Santo, Santo, Santo...
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Terminamos, Señor, los días de Navidad. Que estas fiestas nos hayan llenado de tu Palabra y de tu Luz, que ilumina para siempre nuestra tierra. Haz que sepamos vivir orientados hacia Ti, y unamos esfuerzos y voluntades para que el mundo sea la casa de hermanos a la que nos convocas. Por Jesucristo
LA MISA DE HOY
SALUDO
La Gracia y la Paz de Dios nuestro Padre, el amor de Jesucristo el Señor y la fuerza del Espíritu Santo estén con todos nosotros.
ENTRADA
Celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús, con la que cerramos los días de Navidad. Vemos a un Jesús que quiso pasar por la fila de todos los que, dispuestos al cambio y a la espera de nuevos tiempos y promesas, recibió el agua del Jordán, signo inequívoco de unión con las personas y de unión con Dios. No fue algo vistoso, ni para quedar bien con nadie, pero su bautismo fue inicio (y continuación) de una vida de «bautizado»: una vida de entrega, de relación con el Padre, de solidaridad, de servicio.
Buen día para que cada uno pensemos en qué se nos nota que estamos bautizados. De todos modos, bienvenidos.
ACTO PENITENCIAL
Llamados por la Fuerza del Bautismo a ser signo en el mundo de entrega y de servicio, solemos dejar mucho que desear. Pidamos perdón al Dios que siempre nos acoge:
—Tú, que te manifiestas en lo sencillo, en los hechos de cada día. Señor, ten piedad.
—Tú, que nunca quieres distinciones entre las personas, que te dueles cuando no reconocemos la dignidad de todos. CRISTO, TEN PIEDAD.
—Tú, que te haces solidario e igual a toda persona, para mostrarnos su grandeza. Señor, ten piedad.
Oración: Acoge, Señor, el deseo de cambio que queremos expresarte, y danos tu perdón. Por Jesucristo nuestro Señor.
LECTURA PROFÉTICA
El texto de Isaías trata de mostrarnos la elección y la misión concreta del siervo de Dios, enviado a traer luz a las naciones, desde el derecho y la justicia. En el Nuevo Testamento, y en la Iglesia, se usará este texto para hablar de Jesús como el siervo de Dios, que nos trae la salvación.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 28)
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
LECTURA APOSTÓLICA
Jesús, con la Fuerza del Espíritu, pasó haciendo el bien entre los hombres, curando y salvando, y mostrando con su actuar de cada día cómo es el Amor de Dios, que no hace distinciones entre las personas, sino que acoge a todo el que practica la justicia.
LECTURA EVANGÉLICA
Jesús, antes de comenzar su vida pública, y sabiendo que iba a necesitar toda la Fuerza del Espíritu, quiere realizar el signo de ser bautizado por Juan en el Jordán, junto a tantas personas que de este modo querían expresar el deseo de cambiar su vida. El cielo se abrió y Jesús recibió el Espíritu, y fue reconocido como Hijo querido.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Recordando y renovando nuestro propio bautismo, y sintiéndonos necesitados, presentamos nuestras necesidades, diciendo: ¡Muéstranos tu rostro, Señor!
—Para que la Iglesia presente el Bautismo como un Sacramento que nos compromete a vivir en cristiano, y a trabajar por el bien de las personas. Oremos.
—Para que sepamos vivir como bautizados, conscientes en todo momento de nuestra misión en el mundo. Oremos.
—Para que en nuestra vida optemos siempre a la hora de hacer las cosas por medios sencillos y humildes, descalificando todo tipo de violencia. Oremos.
—Para que nuestra comunidad (parroquial) sea un lugar acogedor, donde superemos las diferencias con amor y comprensión. Oremos.
Oración: Acoge, Señor, las oraciones que te hemos presentado confiando en Ti. Por Jesucristo.
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada: Cerca está el Señor, del disco «Cristo vive» (Ed. San Pablo); Nueva vida (1 CLN‑426); Un solo Señor (1CLN‑708).
Salmo: LdS
Aleluya: Aleluya, del disco «Cantos para participar y vivir la Misa».
Ofrendas: Este pan y vino (1 CLN‑H 4).
Santo: 1 CLN‑I 7.
Comunión: A las fuentes de agua viva («16 Cantos para la Misa»); El Señor nos ha reunido junto a El («Vive», de Kairoi); Delante de Ti, Señor, mi Dios («Cantos para participar y vivir la Misa»).
Final: Vosotros sois la luz del mundo (1CLN‑406).