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Degundo Domingo Tiempo Ordinario A

Año XXXIV – Número 10 – Ciclo A –

20 de enero de 2008

SEGUNDO DOMINGO TIEMPO ORDINARIO


holassss

 

PRIMERA PAGINA

¿Quién pone la mano en el fuego?
Buena pregunta. Y hay otra mejor: ¿Por quién pondríamos hoy la mano en el fuego?  En la lectura de hoy sale nuestro querido Juan el Bautista, en su mejor estilo de adelantado abrecaminos, a jugársela por uno al que no conoce. Y al que, sin conocer, rinde su voluntad y reconoce los méritos. No es él, Juan, el importante. Será Jesús, el nuevo, del que nadie sabe nada, el que viene a quitar el pecado del mundo. Y ni siquiera los elegidos de entre los elegidos, los mandamases de los judíos,  saben quién es ni qué aspecto tiene.

Pero a Juan no le importa. Porque no está por el mérito, ni por el reconocimiento, ni para salir en la foto con el pie “ya os decía yo que éste era el elegido”. Juan anuncia lo que sabe, que lo sabe de buena tinta, y se hace a un lado para dejar paso a su Señor.

Juan se comporta aquí como el paradigma del cristiano.  Sin haber visto nunca a Jesús, es capaz de reconocerle, sabe que le conocerá en cuanto le vea. Reconociendo que tendrá todo el poder, no por ello deja de cumplir su misión, humildemente pero con convicción, anunciando y despertando a todos para que preparen los caminos del Señor. Que cada uno, en su medida y su circunstancia, allane lo torcido y destierre la mentira por siempre. No se presta atención a sí mismo, sino que se vuelca en proclamar  algo que hoy día ninguno nos atreveríamos a decir: que el del mérito es otro, el del poder y la gloria es el otro, al que viene es al que hay que mirar y admirar.

Juan Bautista solía ir por libre. Y es llamativo como dedica esfuerzos a buscar adeptos para Jesús. ¿Cómo veríamos hoy al político que pidiera votos para otro, reconociendo su mejor capacidad? ¿Cuántos de nosotros recomendaríamos a un compañero para un ascenso,  argumentando a favor de su mejor capacidad? ¿Por quién ponemos los cristianos la mano en el fuego?

Juan Bautista sabía de Jesús en lo profundo de su corazón, y desde su corazón cantaba sus alabanzas. Nosotros, que desde niños hemos vivido nuestra vida cotidiana en el aprendizaje del mensaje de Jesús, no sólo somos incapaces de cantar nada, sino que en multitud de ocasiones nos refugiamos en un silencio vergonzante para desviar la atención de otros sobre el hecho de que somos creyentes. Si buscamos ejemplos de cómo debería ser nuestra conducta personal, y de cómo podríamos  comportarnos como Iglesia, la figura de Juan Bautista  es un ejemplo estupendo.

 

Nuestra Iglesia oficial se ha alejado, con el paso de los años y los achaques, de su función principal: anunciar el evangelio de Jesús y recordarnos a todos que  le encontraremos junto a los pobres, los pequeños y los perdidos. Y aunque en ocasiones nos escandalizamos en voz alta por tamaño desvío, tampoco parece que el asunto nos quite el sueño.

Que para hacer compañía a un comodón, no hay nadie mejor que un acomodaticio. Y los unos por los otros, la casa sin barrer, el Evangelio sin anunciar y los desheredados más desheredados que nunca.

Que vuelva a nosotros el espíritu andariego y vagabundo de Juan. Para que  recuperemos la capacidad de creer sin conocer. Y para que confiemos otra vez en que, por Jesús, podemos poner la mano en el fuego y no quemarnos.
                                                                                                                                            

A. GONZALO

 

                                                                                                         
DIOS HABLA

ISAIAS 49,3.5‑6
El Señor me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso». Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

I CORINTIOS 1,1‑3
Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

JUAN 1,29‑34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquél de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios».

 

EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
De nuevo esta primera lectura nos trae al ‘Siervo de Yahvé, del Señor. Dejando aparte la discutida cuestión de si el Siervo es una persona concreta, quizás el mismo profeta, o el pueblo de Israel, o un personaje que vendrá, hoy a nosotros nos importa verlo, como ocurre con todo el Antiguo Testamento en su proyección sobre toda la historia de la Salvación. El ‘sentido pleno’ de que hablan los teólogos nos permite no dejar en el misterio este personaje sublime y subyugador que aclara su significado pleno en la persona de Jesús Mesías. Si los judíos afirman que en la Escritura ‘no hay un antes ni un después’, nosotros tampoco podemos entender plenamente el A.T. sin la clave del N.T. que es la persona de Cristo. Siguen siendo misteriosos, sin embargo, los caminos por los que el Señor realiza la salvación, los medios de que se sirve, los mensajeros que envía.
‘Las apariencias engañan’. ¡Y tanto! El protagonista más conocido y exaltado a veces en la historia de aquellos momentos es sin duda Ciro ‘mi ungido’. Y consideramos providencial su actitud liberal con los pueblos sometidos a los que permite una cierta autonomía; actitud que a la postre permitiría al pueblo de Dios retornar a Jerusalén, al templo, a la tierra de la que fue arrastrado para un exilio catastrófico. Pero si bien es su ‘ungido’ para una misión, no es su ‘Siervo’.
Este Siervo tendría una misión más profunda y definitiva: la justicia, la salvación, la vuelta de Israel a Dios (v.5), que es mucho más que volver, retornar a Jerusalén. De ahí la singularidad de su vocación descrita con los mismos términos que la narración de la vocación de Jeremías, ‘desde el seno materno’ (49,1=Jer.5,1); y lo mismo que Juan Bautista (en Lc 1,15), o Jesús (Lc 1,31); e incluso el mismo Pablo se atribuye este texto a así mismo (Gal 1,15).
Para Ciro por el contrario el episodio de permitir el retorno del pueblo fue sólo un gesto propio de sus planteamientos políticos e, históricamente, un episodio en su trayectoria de conquista e imperio. No se percató de quién era el Dios de Israel. Él siguió con su culto a Bel-Marduk cuya virtualidad no sobrepasaba los límites del mismo rey.
El Siervo por el contrario no parece tener más protagonismo que el de ser moldeado por la mano del Señor (42,6) espada afilada (v.2; cfr Ap.1,16; 19,15); que se siente ‘nada’ en manos del Señor, que es quien realiza, por medio de el siervo, su obra de salvación no sólo con el pueblo de Israel, sino que lo hará ‘luz de las naciones hasta el confín de la tierra’ (v.6).
Esta universalidad de la salvación, una constante en el mensaje del Siervo, seguirá siendo siempre un misterio no admitido ni entonces por el Pueblo de Israel ni lo es ahora por quienes tienen de la ‘elección y vocación’ un concepto excluyente de selección de raza y no el de ir con la ‘misión de deshacerse’ por los demás. Así Pablo ‘libre como soy, me hago esclavo de todos para ganarlos a todos’ (1Co 9,19). ¿Y no nos vienen, con la figura del Siervo, ecos de Filipenses 2.6-10?
Desde este ‘siervo de quien estoy orgulloso’ se comprenderá también el texto del Evangelio de hoy.

 TOMÁS RAMÍREZ

SEGUNDA LECTURA
Valga una breve introducción a la lectura continua de Primera Corintios, que nos va a ocupar los próximos domingos.
La comunidad cristiana corintia es, gracias a la correspondencia que Pablo mantuvo con ella, la más conocida de todas las comunidades cristianas de la primera generación. Corinto era una gran ciudad, situada en medio del tráfico marítimo del imperio, capital de la provincia romana de Acaya/Grecia, rica y con grandes diferencias sociales, comercial, corrompida, con una cierta cultura superficial, encrucijada de culturas... Recuerda un tanto algunos rasgos de nuestra grandes urbes modernas. De ahí que, mutatis mutandis, ciertos problemas que se tocan en la carta tengan bastante aplicación directa actualmente.
Esta comunidad fué fundada por Pablo en su segundo viaje, hacia el año 50, con ayuda de otros cristianos venidos de Roma. Es una comunidad con un importante componente de gente de extracción social baja como cargadores del puerto, esclavos, obreros manuales... pero también hay otros cristianos de otras clases sociales.
La procedencia de esta gente es, básicamente, pagana y no judía. Cuando Pablo les escribe esta carta llevan unos cuatro o cinco años de cristianos y han surgido no pocos problemas dentro de la comunidad.
El texto del saludo es sencillo y clásico, conservando la estructura normal contemporánea : “ de Fulano a Mengano, saludo (o alegría o paz)”, añadiendo algunos detalles.
Los destinatarios son toda la comunidad/iglesia. Esta comunidad de recién convertidos, con no pequeños problemas de conducta, recibe los calificativos de “pueblo santo” y otros parecidos, porque estos conceptos no indican inicialmente la calidad de vida moral, sino la unión con Cristo y el hecho de que la comunidad, con cierta independencia de su conducta concreta, hace presente a Cristo en un lugar.
Pablo no les desea bienes naturales sino los dones totales de la gracia y la paz divina que incluye todo cuanto de bueno se puede querer para una persona, ahora y luego.

                                                                                                          FEDERICO PASTOR

EVANGELIO

Texto. El original griego se abre con un al día siguiente. Con esta indicación de tiempo comienza el evangelista una cuenta de días que termina en la boda de Caná y que abarca el espacio de una semana. Un original y, probablemente, significativo ordenamiento narrativo, propio de un autor también original y significativo.
No puede afirmarse con exactitud  quiénes son los oyentes de las palabras de Juan el Bautista. Lo más coherente es que sean los mismos enviados del Sanedrín que el día anterior han interrogado a Juan (1,19-28).           
Juan presenta a Jesús como el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.  Esta frase figurada remite al sacrificio de los corderos en el templo para la cena de Pascua. En el cuarto evangelio, en efecto, la muerte de Jesús coincide con las horas del sacrificio de los corderos que van a ser comidos en la cena de Pascua. En esa muerte jugará una parte muy activa ese mismo Sanedrín a cuyos enviados es presentado ahora Jesús como el Cordero de Dios.
La frase remite también al canto del siervo de Dios en Isaías 53,7. En este canto se compara al siervo que sufre con un cordero al que se lleva al matadero. Jesús: siervo-cordero que carga con los pecados de la humanidad entera y con la fuerza expiatoria de su muerte inocente borra la culpa de toda la humanidad.
Esta presentación de Jesús a los enviados del Sanedrín se completa en el v.30 con una repetición de lo afirmado por Juan en 1,15: preexistencia de Jesús más allá del tiempo.
Juan afirma dos veces que tampoco él lo conocía (vs.31 y 33) La traducción litúrgica ha suprimido en ambos versículos el término tampoco. Este tampoco remite a lo afirmado por Juan en 1,26 a los enviados del Sanedrín: En medios de vosotros hay uno a quien no conocéis. Al igual que los enviados por el Sanedrín, tampoco Juan conocía a Jesús. Ese  desconocimiento, sin embargo, no impidió a Juan el tener una misión preparatoria de Jesús dentro de Israel. A diferencia de la expresión los judíos, Israel tiene en el cuarto evangelio un sentido positivo. Israel es el pueblo elegido que ha recibido la revelación y las promesas.
Más aún, ese desconocimiento no fue en Juan algo definitivo. Los vs.32-34 constituyen la versión del cuarto evangelista del mismo bautismo de Jesús relatado el domingo pasado por Mateo. Ambas versiones dejan patente el mismo procedimiento de ofrecer juntamente con el relato histórico la profundización cristiana del mismo. Los evangelistas no estaban sólo interesados en el reportaje de hechos, sino en el sentido de los hechos desde la fe y para la fe. Esta fe tiene, en última instancia, una única y abarcadora formulación: Jesús es el Hijo de Dios. Juan estuvo al servicio de esta fe, aunque fuera desde la limitación propia del agua en comparación con el Espíritu. Esta limitación, sin embargo, no fue óbice para que el cuarto evangelista erigiera con toda razón a Juan en testigo de la presencia física del Hijo de Dios.

Comentario. El texto es claramente una presentación de Jesús o, si se prefiere, de las dimensiones que deben conformar la aproximación adecuada a Jesús, no importa la duración de esa aproximación ni las limitaciones previas hasta llegar a ella. Creer en Jesús debe desembocar en una afirmación de su divinidad y en una aceptación del modo cómo la divinidad vivió entre nosotros. El modo es, tal vez, lo más impresionante. Creer que Jesús es el Cordero de Dios es sujetar a Dios a las trágicas y negativas, pero reales, coordenadas humanas de incomprensión, violencia y muerte. No son, por supuesto, éstas las únicas coordenadas de la condición humana, pero son más llamativas que las positivas y están ahí, perennemente presentes y activas, sin que parezcan tener un atisbo de superación y de eliminación. Constituyen lo que en el cuarto evangelio se denomina pecado y son como un abismo insalvable para la condición humana.
En calidad de Cordero, Jesús fue víctima de ese abismo; en calidad de Hijo de Dios fue triunfador del mismo, algo que sólo Dios podía lograr. El abismo se ha rellenado; la condición humana se ha allanado; el pecado ya no es una condición insoportable. La humanidad puede, por fin, vivir en paz y en plenitud.

ALBERTO BENITO

NOTAS PARA LA HOMILIA

 

Todavía recientes las celebraciones del final de la Navidad, seguimos, sin embargo, en clave de manifestación y de revelación de Jesús. Los primeros domingos del Tiempo Ordinario hacen referencia directa a la presentación del ministerio público de Jesús, y, por tanto, al comienzo de su misión. Así, después de escuchar el domingo pasado, en la fiesta del Bautismo del Señor, el texto del relato del bautismo de Jesús en el evangelio de San Mateo, se nos propone hoy el testimonio que Juan da de Jesús en el evangelio de San Juan.

Tres son los términos centrales que contiene el evangelio de hoy y de cuya explicación pende nuestra comprensión del mismo. Esos términos son: Cordero de Dios, Espíritu e Hijo de Dios. No olvidemos que la liturgia de hoy quiere presentarnos el comienzo de la actividad de Jesús y, para ello, comienza por querer legitimarlo para que creamos su mensaje conociendo antes su identidad. Así pues, Juan dice que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Se trata del cordero pascual, cuya sangre libera al pueblo de Dios del efecto de la muerte y cuya carne se le da en alimento. Es referencia, por tanto, a la muerte y al sacrificio de Jesús, a la vez que al efecto liberador y salvador del acontecimiento de su muerte. Es, directamente, la sustitución del cordero de la pascua por Jesús: Él es ahora la víctima cuya sangre liberará del pecado y de la muerte y cuya carne alimentará a su pueblo. Se da, por tanto, la sustitución de la pascua. Una nueva fiesta, una nueva Pascua llega ahora con el sacrificio de Jesús. Tres veces menciona este pasaje del evangelio la palabra “Espíritu”, y en las tres ocasiones va acompañado por un verbo, diferente en cada una de ellas. Primero, el Espíritu es contemplado por Juan. Juan es aquí, pues, testigo excepcional de un hecho también excepcional. Ahora da testimonio revelando lo que ha contemplado. En segundo lugar, el Espíritu viene acompañado por el verbo bajar. Es decir, el Espíritu baja sobre Jesús. Esa dirección vertical procedente del cielo indica una acción directa de Dios. Dios comunica su Espíritu a Jesús. Esa plenitud del Espíritu unge y consagra a Jesús como el enviado del Padre. Estamos ante el Mesías porque Dios le ha ungido con el Espíritu Santo. Jesús será la Palabra del Padre porque el Espíritu de Dios hablará por él. La forma de paloma alude al relato de la Creación en el libro del Génesis, cuando dice que el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. La alusión a la paloma, identifica, por tanto al Espíritu que ahora baja sobre Jesús con el mismo Espíritu de Dios, presente antes de la creación del mundo. El tercer verbo que acompaña al término Espíritu es bautizar y se refiere a la misión de Jesús. Así, Jesús bautizará con Espíritu Santo, en contraste con Juan, que bautiza con agua. El bautismo de Jesús unge y consagra al modo en que él ha sido bautizado. Porque es poseedor pleno del Espíritu de Dios puede comunicar con su bautismo ese mismo Espíritu. De modo que la misión de Jesús se nos presenta aquí como la acción de incorporar nuevos consagrados para Dios, por medio del Espíritu Santo, que él posee. Finalmente, el Bautista nos dice toda la verdad sobre Jesús: Éste es el Hijo de Dios. Y él mismo aparece como testigo ocular que transmite ahora lo que antes ha visto.

La liturgia del día nos explicita aún más el ser de la misión de Jesús, con la óptica neotestamentaria de la lectura de la profecía de Isaías. La figura de la que habla el profeta y que nosotros leemos a la luz del Nuevo Testamento, es constituida por Dios como luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. La misión de Jesús es universal y tiene por objeto llevar la salvación a todos los pueblos de la tierra. Ése va a ser el objetivo principal de su misión, pero tendrá también que llevar a cabo los aspectos que conlleva su función como “siervo” de Dios: restablecer las tribus de Jacob y convertir a los supervivientes de Israel. Continuamos, pues, en clave de luz para asistir a la misión de Jesús: una misión que comienza teniendo como destinatario a Israel, pero cuyo objetivo final y primordial es de carácter universal: que la salvación de Dios alcance hasta el confín de la tierra.

La salvación obrada por la muerte y la resurrección de Jesús posee carácter universal. Sin embargo, la extensión del conocimiento de su mensaje será tarea de sus discípulos. Lo hará Jesús, sí, pero a través de su comunidad. Nosotros somos hoy esa comunidad. Como Juan Bautista, tendremos que dar testimonio de lo que hemos conocido y se nos ha revelado; como comunidad de Jesús estamos llamados a darlo a conocer a quienes aún no lo conocen. Es la hora de Jesús, pero es también la hora de los cristianos. Ungidos por el mismo Espíritu de Jesús, por medio de nuestro bautismo, hemos sido consagrados para Dios y hechos luz de las naciones para que la salvación de Dios llegue hasta los confines de la tierra.

 

JUAN SEGURA

 

PARA LA ORACION

Dios Padre nuestro, origen y fuente de todo lo bueno que somos y tenemos; no dejes de iluminar nuestro actuar con la Fuerza del Espíritu y el testimonio de Jesús, de modo que en todo seamos instrumentos de reconciliación y de paz.
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Presentamos, Señor, en el altar este pan y este vino, que simbolizan lo mínimo que necesitamos y que nos llama a la justicia para que no falten en ninguna mesa. Venga sobre ellos tu Espíritu y sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesús.
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Justo y necesario, Señor, es reconocerte y darte gracias, ahora y siempre. En Jesús nos convocas y muestras la santidad, como un estilo de vida, y nos llamas a estar siempre atentos a Ti y a los hermanos, para hacerles partícipes de tu Amor. Mucho nos falta para vivir en esa santidad y parad mundo: pero ahí estamos, un día sí y otro no, pero siempre esperando tu ánimo y tu luz.
Haz que sepamos unir nuestra vida a la de tantas personas buenas que sí viven en tu presencia y que te glorifican.
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Te damos gracias, Señor, por esta Eucaristía que nos ha reunido para celebrar una misma fe. Que la confianza, el amor y la paz que de Ti proceden sepamos llevarlos a nuestros hermanos, y que en todo momento mostremos el rostro de un Dios que es Amor.

LA MISA DE HOY

 

SALUDO

Que la Gracia y la Paz de parte de Dios, y de Jesucristo el Señor, estén con todos nosotros.

ENTRADA

Juan da testimonio de Jesús, en el Evangelio de este domingo, y de haber visto sobre El la fuerza del Espíritu, que ratificó su vida y su misión en la tierra como Luz para las gentes y salvación de todos. La vida de Jesús es un continuo mostrar el Amor del Padre, el mismo que ahora nos convoca y que nos conduce de la mano para salir airosos de las dificultades. A ese Jesús, anunciado desde antiguo, hecho Luz del mundo, manifestación de Amor, y lleno de la Fuerza del Espíritu, es a quien queremos seguir.
Celebremos, hermanos, esta Eucaristía. Renovemos nuestra pertenencia a esta comunidad cristiana, a la misión de ser en la vida sembradores de amor y esperanza. Si es así, seguro que Dios nos ayuda.

ACTO PENITENCIAL

Al comienzo de nuestra celebración, deseosos de llenarnos de la Gracia y del perdón del Padre misericordioso, reconocemos nuestras limitaciones.
—Tú, manifestación del Amor del Padre a todas las personas. Señor, ten piedad.
—Tú, Luz que alumbra a toda persona. Cristo, ten piedad.
—Tú, que con la Fuerza del Espíritu traes la justicia y la paz. Señor, ten piedad.
Oración: Atiéndenos, Señor, y danos tu perdón que nace siempre de tu bondad infinita. Por Jesucristo nuestro Señor.

LECTURA PROFÉTICA

Isaías, siervo del Señor, es presentado por el Señor como alguien elegido ya desde el seno materno para mostrar ante el mundo la Luz de Dios y su salvación; es una misión que viene del mismo Dios. Este trabajo consiste en sembrar la Palabra, que irá dando fruto a su tiempo entre personas y pueblos.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 39)
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio; entonces yo digo: «Aquí estoy».
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Como está escrito en mi libro: «Para hacer tu voluntad». Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en mis entrañas.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

LECTURA APOSTÓLICA

Pablo y Sóstenes escriben a los cristianos de Corinto, comunidad cristiana fundada por Pablo en el segundo viaje misional. Y les saludan deseando toda la acción de Dios Padre y de Jesús el Señor, o lo que es lo mismo, les desean la gracia y la paz que hagan crecer su vida e identidad cristiana.

LECTURA EVANGÉLICA

Juan presenta a Jesús como el cordero de Dios, evocando la imagen de los corderos que se sacrificaban en el templo de Jerusalén para celebrar la Pascua judía. Se indica de este modo cómo moriría Jesús y para qué: para quitar el pecado del mundo. Un Jesús lleno del Espíritu, unido al Padre, en fidelidad a los hombres y a Dios.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Andamos necesitados de muchas cosas, y en muchas ocasiones no sabemos qué necesitamos de verdad; pero lo que sí es cierto es que necesitamos que Dios nos ayude. Por eso acudimos a El: ¡Ayúdanos, Señor!
—A trabajar unidos a la Iglesia, sabiendo llevar adelante con ilusión la misión encomendada de ser luz de las gentes. Oremos.
—A superar posturas individualistas, cerradas y a vivir abiertos a la novedad de las otras personas. Oremos.
—A favorecer el encuentro y la cercanía en el mundo del trabajo, la formación, el tiempo libre. Oremos.
—A vivir cada uno de nosotros conforme a los dones que hemos recibido. Oremos.
Oración: Ayúdanos, Señor, y atiende cuantas necesidades te presentamos confiando en Ti. Por Jesucristo.

EQUIPO DABAR

CANTOS PARA LA CELEBRACION

 

Entrada: Tan cerca de Ti («Baja a Dios de las nubes», de Luis Alfredo Díaz); El Espiritu de Dios está sobre mí; El Señor es mi luz, de Taulé.
Salmo: LdS
Aleluya: Del disco «Dios es amor», de C. Erdozáin.
Ofrendas: Amigo, tú vendrás (CB).
Santo: 1 CLN‑I 2.
Cordero de Dios: De Aragüés, o el gregoriano de difuntos (con el nuevo texto).
Comunión: El Señor nos ha reunido junto a El (de Kairoi, en el disco «Vive»); Venid a la cena (del casete «Nuevos cantos para el año litúrgico»).
Acción de Gracias Oh Dios, Tú mereces un himno de Sión (1CLN‑50
9).

 

PARROQUIAS
Nuestra Señora de la Asuncion de Artedosa
San Pedro de Beloncio
San Juan de Berbio
Sto. Domingo de Marea
Santa Ana de Maza
Santa Eulalia de Ques
Santo Toribio de Tozo
Santuario Virgen de la Cueva
La Obra Pia de Piloña y Colegiata de Infiesto
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